Ruiz Pacheco, Nelly JannethMora del Río, William Fernando2023-07-212023-07-212022-09-01http://hdl.handle.net/11349/31880El impacto generado por el fenómeno de la pandemia produjo un cambio estructural en la vida de todos y cada uno de nosotros y por supuesto los niños, niñas y adolescentes no fueron la excepción. El estado de emergencia tras la tipificación del virus como pandemia abrió paso a una serie de modificaciones de toda clase. En el caso de los indicadores socio-económicos, sobre todo en América Latina, sufrieron un retroceso en cuanto a salud, pobreza, empleabilidad y en general las lindes de la supervivencia se contrajeron de manera casi dramática. La educación –por supuesto- no ha sido la excepción y en un sistema predominantemente presencial, los traumas presentados por la intempestiva entrada de nuevas formas educativas se han convertido en un inconveniente para todos los actores del sistema educativo. Tras el retorno a la presencialidad y teniendo en cuenta que muchas de las inquietudes primeras quedaron en el tintero por múltiples factores (esencialmente debido al desconocimiento de los métodos establecidos en función de una educación a distancia) el panorama, aunque mucho menos enrarecido, sigue incesantemente sembrando dudas, sin cosechar respuestas. La sensación general tras la vuelta a clases, en cuerpo y alma, es de haber acabado de surcar un año y medio ciego, que se figura más como un trance que como una experiencia en primera persona y del que se desgranan más traumas que aprendizajes. Lo cierto es que la deuda de ponerse al día con las nuevas formas de enseñanza sigue vigente y todo lo acontecido resaltó con rojo sangre lo que ya sabíamos, pero ninguno decía de manera medianamente formal: la brecha digital es enorme, basta con ver las estadísticas oficiales: De acuerdo con los indicadores básicos de tenencia y uso de las TIC del Dane de 2019, el 51,9% de los hogares colombianos tenía conexión a internet. En las cabeceras ese porcentaje de conectividad correspondía a un 61,6%, mientras que en los centros poblados y rural disperso esa cifra llegaba a un 20,7% (Portafolio, 2021, s.p.). Debidos a los indicadores se hace urgente el planteamiento de la presente monografía que busca indagar la fragilidad educativa en los estudiantes de un colegio público al sur de Bogotá, tras el retorno a la presencialidad de las clases y señalar las distintas herramientas de readaptación a una nueva forma de enseñar y aprender, buscando corresponder con los menesteres actuales y futuros.The impact generated by the pandemic phenomenon produced a structural change in the lives of each and every one of us, and of course children and adolescents were no exception. The state of emergency after the classification of the virus as a pandemic gave way to a series of modifications of all kinds. In the case of socio-economic indicators, especially in Latin America, they suffered a setback in terms of health, poverty, employability and in general the limits of survival contracted almost dramatically. Education -of course- has not been the exception and in a predominantly face-to-face system, the traumas presented by the untimely entry of new educational forms have become an inconvenience for all the actors in the educational system. After the return to face-to-face learning and taking into account that many of the first concerns were left in the pipeline due to multiple factors (essentially due to the lack of knowledge of the methods established based on distance education), the panorama, although much less rarefied, continues incessantly sowing doubts, without reaping answers. The general feeling after returning to school, in body and soul, is that of having just spent a year and a half blind, which appears more as a trance than as a first-person experience and from which more traumas than learning are revealed. The truth is that the debt to catch up with the new forms of education is still valid and everything that happened highlighted with blood red what we already knew, but none of them said in a fairly formal way: the digital divide is enormous, just look at the statistics officials: According to the 2019 Dane basic ICT possession and use indicators, 51.9% of Colombian households had an internet connection. In the capitals, this percentage of connectivity corresponded to 61.6%, while in populated and dispersed rural centers that figure reached 20.7% (Portafolio, 2021, s.p.). Due to the indicators, the approach of this monograph is urgent, which seeks to investigate the educational fragility in the students of a public school in the south of Bogotá, after the return to face-to-face classes and point out the different tools of readjustment to a new way of teaching and learning, seeking to correspond with current and future needs.pdfspaAttribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 InternacionalAttribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 InternacionalAttribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 Internacionalhttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/SistemaFragilidadAdolencentesCovid 19EducaciónRetornoLa fragilidad del Sistema Educativo: una medición actual del impacto causado por la crisis del Covid 19 en adolescentes del Colegio Ciudad de Bogotá, tras volver a la presencialidadbachelorThesisLicenciatura en Biología -- Tesis y disertaciones académicasImpacto de la pandemiaIndicadores socio-económicosEducación a distanciaBrecha digitalOpenAccessThe fragility of the Educational System: a current measurement of the impact caused by the Covid 19 crisis in adolescents of the Ciudad de Bogotá School, after returning to attendanceSystemFragilityTeenagersCovid 19EducaciónReturnAbierto (Texto Completo)